El desarrollador Llewellyn Falco escribió a principios de enero una curiosa experiencia que le tocó vivir: ir a una clase de Zumba, invitado por su novia. Falco asegura que es un buen bailarín, y que se maneja con los pasos de swing, salsa, cumbia y merengue, por lo que la Zumba no debería ser un problema. Además “todos fueron muy simpáticos” cuando lo vieron llegar.
Pero… era el único hombre de la clase.
“Me sentí muy incómodo. No habría estado allí si no fuera por mi novia, y no me puedo imaginar yendo por mí mismo a más clases. No diría que no lo disfruté. No diría que no era ‘lo mío’. Me gustaría haberme vuelto invisible muchas veces. Pero eso no fue lo peor. Lo peor era que no tenía ninguna idea de cómo hacer que la situación fuera más cómoda”, escribió.
Falco es un desarrollador, y de pronto, sintió que lo que estaba sintiendo él en la clase de Zumba es lo que le ocurre a muchas mujeres cuando observan el mundo de la tecnología y la ciencia. “Solo puedo imaginarme a cuántas chicas perdemos en los primeros días de una clase de programación cuando ellas simplemente sienten que no calzan allí”, señaló.
La historia de Llewellyn Falco es buena porque muchas veces, los hombres miran con cara de no entender nada cuando se habla de que las mujeres no se sienten acogidas en tecnología, asegurando que no hay discriminación de ningún tipo.
Aunque la discriminación, los comentarios y actitudes sexistas y otros son problemas que existen, la sola inexistencia de alguien parecido a ti en un grupo puede bastar para alejarte de ese grupo. Es un problema complicado de resolver. Lo bueno es que hay hombres y mujeres poniendo más atención al respecto, y trabajando juntos, podremos encontrar soluciones.
¿Te ha tocado vivir una situación como la que vivió Llewellyn? Cuéntanos tu historia en los comentarios!
Sobre la autora: Cony Sturm es una periodista tech que, anteriormente, fue editora de FayerWayer. Te puedes conectar con ella a través de Twitter: @conysturm.